Meditación de nuestro Director Espiritual

Queridos Hermanos del Cristo del Amor

 Por las circunstancias que todos conocemos, hoy martes 17 de marzo no tendremos la Misa de Hermandad, al estar cerrada al culto la Iglesia del Salvador. Os remito las lecturas de la Misa de hoy para que nos sirvan de meditación en este día de Cuaresma.

 PRIMERA LECTURA
Acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde.

Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43

El aquellos días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzo la voz en medio del fuego y dijo:

«Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia.

Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas.

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados.

En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia.

Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.

Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.

Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor;trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia.

Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor».

 Palabra de Dios.

Sal 24, 4-5ab. 6 y 7bc. 8-9

  1. Recuerda, Señor, tu ternura.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.

 Versículo JI , 12-13

Ahora – dice el Señor -,
convertíos a mí de todo corazón,
porque soy compasivo y misericordioso. R.

 EVANGELIO
Si cada cual no perdona a su hermano, tampoco el Padre os perdonará.
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18,21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le contesta:

«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.”

Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:

“Págame lo que me debes”.

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.”

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

 Palabra del Señor.

La primera lectura del libro de Daniel refleja la situación desastrosa del pueblo de Israel en aquellos momentos de destierro en la corte de Babilonia.  Ante esta situación Azarías no  se desespera sino que dice: “acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados.

Que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.” Toda una lección para nosotros cuando vivimos momentos difíciles.

El Evangelio nos recuerda que tenemos que perdonar de corazón a los que nos ofenden, cumpliendo así lo que pedimos en el Padre nuestro. Si no perdonamos, ¿cómo nos atrevemos a pedir a Dios que nos perdone?

El Santísimo Cristo del Amor dio su vida por nosotros, a pesar de que tantas veces le hemos ofendido. Pero nos ama tanto que nos perdona. Recordemos en esta Cuaresma su amor y acerquémonos a Él de manera especial en el sacramento de la Penitencia para gozar de su perdón.

Os remito también la meditación cuaresma del Oficio de lectura de hoy:

De los Sermones de san Pedro Crisólogo, obispo.

Tres cosas hay, hermanos, por las que se mantiene
la fe, se conserva firme la devoción, persevera la virtud.
Éstas tres cosas son la oración, el ayuno y la miseri-
cordia. Lo que pide la oración lo alcanza el ayuno y lo
recibe la misericordia. Oración, misericordia y ayuno:
tres cosas que son una sola, que se vivifican una a otra.

El ayuno es el alma de la oración, la misericordia es
lo que da la vida al ayuno. Nadie intente separar estas
cosas, pues son inseparables. El que sólo practica una
de ellas, o no las practica simultáneamente, es como si
nada hiciese. Por tanto, el que ora que ayune también,
el que ayuna que practique asimismo la misericordia.
Quien desea ser escuchado en sus oraciones que escuche
él también a quien le pide, pues el que no cierra sus
oídos a las peticiones del que suplica abre los de
Dios a sus propias peticiones.

El que ayuna que procure atender el sentido del
ayuno: que se haga sensible al hambre de los demás,
si quiere que Dios sea sensible a la suya; si espera
piedad, que él también la practique; si espera obtener
favores de Dios, que él también sea dadivoso. Es un mal
solicitante el que espera para sí lo que él niega
a los demás.

Hombre, sé para ti mismo la medida de la misericor-
dia: de este modo alcanzarás misericordia del modo
que quieras, en la medida que quieras, con la presteza
que quieras; tan sólo es necesario que tú te compadez-
cas de los demás con la misma presteza y del mismo
modo.

Hagamos, por consiguiente, que la oración, la mise-
ricordia y el ayuno sean los tres juntos nuestro patro-
cinio ante Dios, los tres juntos nuestra defensa, los tres
juntos nuestra oración bajo tres formas distintas.

Reconquistemos con nuestro ayuno lo que pedimos
por no saberlo apreciar; inmolemos con el ayuno nues-
tras almas, ya que éste es el mejor sacrificio que pode-
mos ofrecer a Dios, como atestigua el salma:

Mi sacrificio es un espíritu quebrantado: un corazón quebran-
tado y humillado tú no lo desprecias.

Hombre, ofrece a Dios tu alma, ofrécele el sacrificio
del ayuno, para que sea una ofrenda pura, un sacrificio
santo, una víctima viva que, sin salirse de ti mismo, sea
ofrecida a Dios. No tiene excusa el que niega esto a Dios,
ya que está en manos de cualquiera el ofrecerse a sí
mismo.

Mas, para que esto sea acepto a Dios, al ayuno debe
acompañar la misericordia; el ayuno no da fruto si no
es regado por la misericordia, se seca sin este riego: lo
que es la lluvia para la tierra, esto es la misericordia
para el ayuno. Por más que cultive su corazón, limpie
su carne, arranque sus malas costumbres, siembre las
virtudes, si no abre las corrientes de la misericordia,
ningún fruto recogerá el que ayuna.

Tú que ayunas, sabe que tu campo, si está en ayunas
de misericordia, ayuna él también; en cambio, la iberalidad de tu misericordia redunda en abundancia para
tus graneros. Mira, por tanto, que no salgas perdiendo,
por querer guardar para ti, antes procura recolectar a
largo plazo; al dar al pobre das a ti mismo, y lo que
no dejas para los demás no lo disfrutas tú luego.

Oración

Tu gracia, Señor, nos socorra siempre, nos haga
vivir entregados a tu servicio y nos sirva de ayuda
constante. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén