Meditación de nuestro Director Espiritual

Queridos Hermanos del Cristo del Amor

 Por las circunstancias que todos conocemos, hoy martes 24 de marzo no tendremos la Misa de Hermandad, al estar cerrada al culto la Iglesia del Salvador. Os remito las lecturas de la Misa de hoy para que nos sirvan de meditación en este día de Cuaresma.

  • Primera lectura

Ezequiel 47:1-9, 12
1 Me llevó a la entrada de la Casa, y he aquí que debajo del umnbral de la Casa salía agua, en dirección a oriente, porque la fachada de la Casa miraba hacia oriente. El agua bajaba de debajo del lado derecho de la Casa, al sur del altar.
2 Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y he aquí que el agua fluía del lado derecho.
3 El hombre salió hacia oriente con la cuerda que tenía en la mano, midió mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta los tobillos.
4 Midió otros mil codos y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta las rodillas. Midió mil más y me hizo atravesar el agua: me llegaba hasta la cintura.
5 Midió otros mil: era ya un torrente que no pude atravesar, porque el agua había crecido hasta hacerse un agua de pasar a nado, un torrente que no se podía atravesar.
6 Entonces me dijo: «¿Has visto, hijo de hombre?» Me condujo, y luego me hizo volver a la orilla del torrente.
7 Y a volver vi que a la orilla del torrente había gran cantidad de árboles, a ambos lados.
8 Me dijo: «Esta agua sale hacia la región oriental, baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda saneada.
9 Por dondequiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes adonde llega el torrente.
12 A orillas del torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y sus hojas de medicina.»

  • Salmo responsorial

Salmo 46:2-3, 5-6, 8-9
2 Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto.
3 Por eso no tememos si se altera la tierra, si los montes se conmueven en el fondo de los mares,
5 ¡Un río! Sus brazos recrean la ciudad de Dios, santificando las moradas del Altísimo.
6 Dios está en medio de ella, no será conmovida, Dios la socorre al llegar la mañana.
8 ¡Con nosotros Yahveh Sebaot, baluarte para nosotros, el Dios de Jacob!
9 Venid a contemplar los prodigios de Yahveh, el que llena la tierra de estupores.

  • Aclamación

¡Oh, Dios, crea en mí un corazón puro. Devuélveme la alegría de tu salvación¡

  • Evangelio

Juan 5:1-16
1 Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
2 Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.
3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua.
4 Porque el Angel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier mal que tuviera.
5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?»
7 Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo.»
8 Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.»
9 Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día.
10 Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla.»
11 El le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y anda.»
12 Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?»
13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar.
14 Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.»
15 El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado.
16 Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

 

La primera lectura del profeta Ezequiel, con el agua que brota del templo de Jerusalén, nos evoca el agua que brota del corazón de Cristo atravesado por la lanza por amor a nosotros y que se nos da en el bautismo:  El que tenga sed que venga a mí y beba el que cree en mí; como dice la Escritura: “de sus entrañas manarán ríos de agua viva.”

Decía esto refiriéndose al Espíritu que había de recibir los que creyeran en Él.

 

El Evangelio también nos evoca el bautismo por el que hemos sido redimidos de nuestros pecados. Llenos de fe en Cristo tenemos que levantarnos de nuestra parálisis espiritual con el propósito de no pecar más. Cristo sale a nuestro encuentro en los Sacramentos – especialmente en este tiempo cuaresmal – en el sacramento de la Penitencia, y en nuestros hermanos más pobres y necesitados a quienes ayudaremos a encontrarse con Cristo, para renovar sus promesas bautismales en la Pascua.

De los Sermones de san León Magno, papa.

Dice el Señor en el evangelio de san Juan: En esto

conocerán todos que sois discípulos míos, en que tenéis

caridad unos con otros; y en la carta del mismo após-

tol leemos: Queridos, amémonos unos a otros, ya que

el amor es de Dios; quien no ama no ha conocido a Dios,

porque Dios es amor.

Que cada uno de los fieles se examine, pues, a sí

mismo, esforzándose en discernir sus más íntimos afec-

tos; y, si descubre en su conciencia frutos de caridad,

tenga por cierto que Dios está en él y procure hacerse

más y más capaz de tan grande huésped, perseverando

con más generosidad en las obras de misericordia.

Pues, si Dios es amor, no podemos poner límite al-

guno a la caridad, ya que la Divinidad es infinita.

Así pues, amadísimos, si bien todo tiempo e bueno

para ejercitarse en la virtud de la caridad, estos días

cuaresmales nos invitan a ello de un modo más apre-

miante; si deseamos llegar a la Pascua santificados en

el alma y en el cuerpo, debemos poner en interés espe-

cialísimo en la adquisición de esta virtud, que contiene

en si todas las otras y cubre la multitud de los pe-

cados.

Por esto, ya que nos preparamos para celebrar aquel

misterio que excede a todos los demás, en el que la

sangre de Jesucristo borró nuestras iniquidades, dispon-

gámonos mediante el sacrificio espiritual de la miseri-

cordia, de tal manera que demos de lo que nosotros

hemos recibido de la bondad divina, aun a los mismos

que nos han ofrecido.

Que nuestra liberalidad para con los pobres y demás

necesitados de cualquier clase sena en este tiempo más

generosa, a fin de que sean más numerosos los que ele-

ven hacia Dios su acción de gracias, y con nuestra ayuda

nos remediemos el hambre de los indigentes. El acto

de piedad más agradable a Dios es precisamente este

dispendio en favor de los pobres, ya que en esta soli-

citud misericordiosa reconoce él la imagen de su pro-

pia bondad.

Y no temamos la pobreza que nos pueda resultar de

esta nuestra largueza, ya que la misma bondad es una

gran riqueza y nunca puede faltarnos con qué dar, pues

Cristo mismo es quien da el alimento y quien lo recibe.

En todo este asunto interviene la mano de aquel que al

partir el pan lo aumenta y al repartirlo lo multiplica.

que el que distribuye limosnas lo haga con

despreocupación y alegría, ya que, cuanto menos se reserve para

sí, mayor será la ganancia que obtendrá, como dice el

apóstol san Pablo: Dios, que provee de semilla al sembrador

y de pan para su alimento, os dará también a

vosotros semilla en abundancia y multiplicará los frutos

de vuestra justificación, en Cristo Jesús, nuestro Señor,

el cual vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por

los siglos de los siglos. Amén.

Oración

Santísimo Cristo del Amor, de cuyo costado abierto por la lanza, brotó sangre y agua, escucha nuestra oración y perdona nuestros pecados. Por la intercesión de Nuestra Señora del Socorro ayúdanos a vivir esta Cuaresma, preparándonos para renovar nuestras promesas bautismales en la Pascua. Y también sálvanos de la pandemia que nos invade y a vivir con paciencia y misericordia estos días. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén