Fallece a los 78 años nuestro queridísimo director espiritual, Don Ángel Gómez Guillén

La Junta de Gobierno de esta Hermandad lamenta comunicar el fallecimiento en el día de hoy, 19 de julio, de nuestro director espiritual, N.H.D. Ángel Gómez Guillén, a la edad de 78 años. Veterano y queridísimo hermano de nuestra corporación, con más de siete décadas en la nómina, don Ángel, como se le conocía en el Salvador, fue nombrado director espiritual de nuestra Hermandad en 2008, ejerciendo desde entonces el acompañamiento espiritual de nuestra corporación, a la que siempre ha mantenido un profundo arraigo y un cariño especial.

Fue ordenado presbítero en la capital hispalense el 30 de junio de 1968. Durante ocho años (1969-1977) fue miembro del equipo sacerdotal de Santa María Magdalena, en Arahal; posteriormente párroco de San Cristóbal Mártir, de Burguillos; y rector de la iglesia del antiguo convento de Santa Clara (hasta enero de 2001); si bien ha sido la iglesia sevillana del Salvador a la que más se le ha vinculado, desde que fuera nombrado, como adscrito, en 1990. En la actualidad era canónigo emérito y vicerrector de la iglesia colegial del Divino Salvador.

Nacido en una casa de la calle Tetuán y feligrés del Salvador desde su infancia, fue nazareno de la Borriquita y un joven que se afanaba en la limpieza de plata de nuestra cofradía antes de ingresar en el viejo seminario de San Telmo.

Ángel Gómez en una foto de Diario de Sevilla.

Considerado uno de los mayores expertos en Liturgia de la Iglesia española, fue además el primer secretario del entonces arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo, a su llegada a esta Archidiócesis en el año 1982.

Así le recordamos

Nuestro hermano mayor, Juan Cruzado, lo recuerda «siempre con una actitud serena, amable incluso cuando tenía que llamar la atención sobre alguna cuestión o no estaba de acuerdo con algo. Siempre dispuesto a ayudar y a no poner ningún problema, o como el decía, a no ser un problema».

También resalta nuestro hermano mayor su sentido del humor, algo socarrón, y su espíritu servicial, «siempre fiel a su cita todas las tardes en el confesionario de la Colegial, esperando a la clientela como solía repetir. Siempre solícito con todo el que necesitaba algo, especialmente con los más desfavorecidos, a los que no sólo daba lo que tenía, sino que les dedicaba su tiempo de manera muy discreta».

«Persona profunda y reflexiva, pero sin adornos, economizando sus palabras y todo lo que decía. Le gustaba tener especial atención a la participación de los jóvenes en los cultos y a que estos tuvieran los conocimientos necesarios de lo que hacían y de la liturgia. Hacía tiempo que no salía de nazareno, pero muchos recordaremos su imagen el Domingo de Ramos sentado en el presbiterio de la Colegial viendo salir a la Hermandad de sus amores. Lo vamos a echar de menos, un gran y discreto hermano del Amor», subraya Juan Cruzado.