La Hermandad de la Sagrada Entrada en Jerusalén, Santísimo Cristo del Amor, Nuestra Señora del Socorro y Santiago Apóstol, desde su fundación en la segunda mitad del siglo XVI, ha venido realizando cultos a sus amantísimos titulares de manera ininterrumpida. Incluso en las épocas de mayor dificultad, como fueron los últimos años del s. XVIII y sobre todo el último cuarto del s. XIX, nuestra Hermandad mantuvo sus cultos de regla con el decoro y solemnidad que le es característica, incluso anteponiendo estos a la salida penitencial. Sin embargo, los cultos han sufrido una significativa evolución a lo largo de la dilatada historia de nuestra Corporación.
En el convenio que firman el Provincial de la Orden Tercera Fray Luis de Torres Cózar con la Hermandad del Amor de Cristo, Nuestra Señora del Socorro y Santiago Apóstol, representada por el Hermano Mayor Juan Ortiz, en el año 1615 con motivo de la incorporación de dicha Hermandad a la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de los Padres Terceros se hace constar que “las misas de obligación fuera de la de mes que tiene esta cofradía son la festividad de la Santa Cruz, la Natividad y la del Apóstol Santiago además de la fiesta de Todos los Santos”.
En 1676 se aprueban nuevas Reglas compuestas por veintiún capítulos, especificándose en ellas la celebración de una fiesta el día de la Santa Cruz y otra en el de la Concepción de Nuestra Señora o en su octava y honras generales todos los años por los hermanos difuntos.
Por lo expuesto, parece deducirse que durante los primeros siglos de nuestra historia la Función a la Santa Cruz el día de su festividad era el culto más importante el año y, junto con la misa de Ánimas, la que con más regularidad se celebraba. Así por ejemplo, en el acta del cabildo de 23 de abril de 1724 se propone dar “ la debida solemnidad a la Fiesta de la Cruz, como siempre se había hecho con sermón en la misa y que todo el día estuviese expuesto el Santísimo Sacramento en nuestra capilla”. Como dato curioso en ese mismo año, tras la aprobación de la celebración de la Fiesta de Ánimas por nuestros hermanos difuntos, se insiste en que” no se perdiera la costumbre de llevar [cera] siempre para que nunca hubiera poca cera en el altar y sí abundante”. En el año 1757, la Función de la Santa Cruz fue muy solemne, con mucha cera ardiendo en el altar. Predicó el padre Ojeda, que cobró veinte reales por el sermón y ofició la misa cantada el padre Isidoro. Ambos fueron obsequiados con vino y bizcochos. Se recogieron 192 reales de limosnas para la Función, la cual incluyó Comunión General de los hermanos.
En 1789 se aprueban nuevas Reglas de la Hermandad y, a pesar de los años convulsos que siguieron al decreto de extinción en 1783 de las cofradías gremiales y la necesidad de someterse a la jurisdicción real, se continuó celebrando con el boato tradicional la Fiesta de la Santa Cruz que tenía honda popularidad en el barrio de Santa Catalina.
El comienzo del Siglo XIX marca una época de florecimiento y expansión de nuestra Hermandad que se prolongaría hasta el último cuarto de dicho siglo. En estas décadas, las fiestas principales que la Hermandad celebraba y que se mantuvieron hasta final del siglo fueron el Quinario al Santísimo Cristo del Amor y la Función solemne a la Santa Cruz. Ocasionalmente se organizaba además el septenario a la Virgen del Socorro. Hay que hacer referencia a que muchos de los cultos eran seguidos de reparto de limosnas de pan, circunstancia que se ha venido repitiendo hasta bien entrado el Siglo XX.
A la vista de los datos de los libros de Clavería, parece que la Función a la Santa Cruz seguía siendo la más solemne. Así en el año de 1813 se emplearon 4950 reales de vellón en la Santa Cruz y solo 1963 reales en el quinario. En 1814 la Función se ofrece en acción de gracias por la vuelta a España del rey Fernando VII tras su cautiverio en Francia durante la guerra de la Independencia, siendo recibido como Hermano Mayor, Patrono y Protector perpetuo al año siguiente.
El quinario se celebraba durante cinco domingos entre los meses de febrero y marzo, como se atestigua en las convocatorias que de ese siglo se conservan. El ejercicio del quinario se desarrollaba por la tarde a las cuatro y media y la misa se celebraba por la mañana a las nueve y media horas. Los temas de la meditación aparecen consignados en la convocatoria; así en 1844 aparecen: “1º La Fe, 2º La Esperanza, 3º La Caridad, 4º La Penitencia y 5º La Perseverancia”. Cada uno era desarrollado por un predicador distinto pasando por la tribunasagrada canónigos y prebendados de la Catedral, capellanes reales y padres terceros, siendo algunos conocidos oradores sagrados de la época, entre ellos Fray Ramón Venegas, Jacobo de León Sotelo, Manuel María Rodríguez y Romero, Luis Antonio González Blanco y Antonio Fernández, canónigo presidente de la Iglesia Colegial del Salvador. De los inventarios se deduce que el altar de quinario correspondía a un “calvario” con el Stmo. Cristo del Amor presidiendo junto con Nª Sª del Socorro y San Juan, “todo ello adornado de damascos y varios ángeles que portaban lámparas de plata, así como varias piezas de la candelería y otras que prestaba la iglesia”. También para mayor realce se solía alquilar una araña de cristal que se colocaba pendiente del techo.
Por esa época comienza la costumbre que permanece hoy en día de situar una mesa vestida de damasco para los oficiales de la Hermandad en la cual figuran las Reglas y las varas, colocándose a un lado el simpecado y a la otra el estandarte con el escudo de la Corporación.
Se enriquecen los cultos con la interpretación de piezas musicales compuestas para la ocasión por Domingo Arquimbau (1760-1829) autor del “Villancico a cuatro”, la más antigua de la que se dispone (1819), y por Francisco Xavier Rodríguez, autor en 1836 de “Introducción y Coplas para el Quinario del Señor del Amor”.
Durante este siglo siguieron celebrándose Funciones por las Ánimas Benditas, en ocasiones consistentes en una novena, así como las festividades de Santiago Apóstol y la Natividad de Nuestra Señora.
Más irregulares fueron los cultos a Nuestra Señora del Socorro, vinculados con la fiesta de la Inmaculada Concepción. Así, los días 27,28 y 29 de septiembre de 1761 la Hermandad celebró tres solemnes funciones por el nuevo patronato de Nuestra Señora en el misterio de su Concepción en Gracia, concedido por su santidad Clemente III. Simultáneamente, se cambia la fórmula para iniciar los cabildos de oficiales, la cual queda de la siguiente manera: “ Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del altar y la Pura y Limpia Concepción de Nuestra Señora, concebida sin mancha ni sombra de pecado desde el primer instante de su ser natural, amen”. En 1818, y a petición del Mayordomo José Pérez de León, el cabildo aprobó que durante el ofertorio de la Función a la Santa Cruz se revalidase el voto “a la Pura y Limpia sin mancha de pecado Concepción de la Virgen María”.
Los primeros años del Siglo XX fueron estuvieron marcados por los cambios de sede canónica.
Hasta 1905 la Hermandad se mantiene en la Capilla de Santa María de Jesús, aunque con dificultades para mantener los cultos, debiendo realizar constantes peticiones en las que se solicita ayuda “deseosa esta Archicofradía de continuar tributando el culto acostumbrado a nuestro Redentor Jesús con el Título del Amor”. En el año de 1900 se había reanudado la estación de penitencia, aunque para destacar la importancia que se han dado históricamente a los cultos de nuestra Corporación, se reproduce textualmente el acta de cabildo realizado en Mayo de 1905: “Y encontrándose la Hdad. sin altar ni local por el conflicto empezado con los Señores Dueños de la Capilla, por cuyo motivo tampoco pudo hacer la Hdad. el acostumbrado traslado del Cristo desde la iglesia de San Gregorio y con respecto a la Función de la Santa Cruz si bien no podía hacerse con el esplendor de años anteriores se hiciera en otra escala por lo que no creyera el publico que por sacar lujo en la cofradía dejábamos de dar el culto anual a nuestras Imágenes”. El día 2 de Diciembre de dicho año la Hermandad se trasladó a la Iglesia de San Pedro, realizándose solemne función religiosa, estando el panegírico a cargo del señor don Ángel Cabeza y Muñoz, cura entonces de aquella Parroquia. En el año de 1906 se recoge la necesidad de celebrar la Función Principal dentro del Quinario para evitar gastos, celebración que se mantiene hasta nuestros días en detrimento de la de la Santa Cruz.
Tras importantes desavenencias con el cura párroco de San Pedro, se acuerda en Noviembre de 1913 el traslado a la Iglesia de Santa Catalina, donde permanece hasta 1922, año en que nuevamente, y debido a obras de reparación del templo, se traslada definitivamente a la iglesia Colegial del Divino Salvador.
Es ya en nuestra actual sede canónica donde en 1922 se acuerda celebrar sus ejercicios de pasión, es decir, la misa de hermandad, los martes de cada semana al toque de oraciones, como se viene realizando en la actualidad.
Es en 1932, inicio de años convulsos por el signo político y social para las hermandades, cuando se estrenan las Coplas al Santísimo Cristo del Amor del compositor Abel Otero con letra de los hermanos Álvarez Quintero, donde se pide especialmente que nuestro Cristo “ recorre con tu amor Sevilla, recorre la infeliz ciudad y ve sembrando la semilla de tu bondad.”.
Es en la actual iglesia Colegial del Divino Salvador donde se han seguido celebrando los cultos tal y como los conocemos hoy, aunque con pequeñas variaciones; así por ejemplo, en la década de los años cincuenta celebraba nuestra Archicofradía Triduo al Señor de la Sagrada Entrada en Jerusalén y Septenario a la Virgen del Socorro. Por su importancia, cabe destacar el año 1947 con la celebración de solemne Triduo para conmemorar el XXV aniversario de nuestro traslado a la Colegial, haciéndolo en el altar de plata de la Sacramental. En el L aniversario, en 1972, y en el LXXV, en 1997, se repitieron solemnes cultos por dicho evento. También como cultos extraordinarios de este siglo XX, cabe destacar el traslado de nuestros Titulares en 1965 para la Santa Misión a unos almacenes de Árbol Gordo en la antigua carretera de Carmona y el vía crucis de las Hermandades de Sevilla que presidió nuestro Cristo del Amor en el año 1980.